Eros es mucho más que atracción erótica.
Es una de las fuentes más profundas de poder que tenemos las mujeres.
Eros es el hilo que nos conecta con la fuente primigenia.
Es como el tejido conectivo sagrado de la vida, un pulso invisible que sabe que todo ya está completo. Que el cielo en la tierra no es una meta futura, sino una sensación disponible en este mismo aliento.
Eros te lleva plenamente al ahora.
Abre tus sentidos a la maravilla y la belleza que te rodean.
Y nosotras, las mujeres, todos los seres que resonamos con la esencia femenina, somos portadoras naturales de esta fuerza.
Pero el sistema patriarcal nos ha separado sistemáticamente de ella.
Nos han enseñado que la fuente de nuestra alegría, nuestra belleza y nuestro poder se encuentra fuera de nosotras.
Nos han dicho que necesitamos a un hombre para sentirnos eróticas. Necesitamos que alguien nos vea para sentirnos radiantes.
Y así florecemos cuando alguien nos desea y nos marchitamos cuando la mirada se dirige a otra parte.
Pero aquí está la verdad que lo cambió todo para mí:
La corriente que se despierta cuando alguien te ve es tuya.
Su mirada es solo un detonante.
El fuego vive dentro de ti. Tú eres la fuente.
No necesitas a nadie ahí fuera para sentirte viva.
Eres un templo viviente de Eros.
Recuerda la confianza salvaje y radiante de tu niña interior,
antes de que el mundo te hiciera dudar de tu belleza.
Antes de que se colaran las comparaciones, la vergüenza y la perfección.
Eros solo se despierta cuando se le invita.
Y tu cuerpo solo puede abrirse a ti si lo amas.
Si lo honras.
¿No es absurdo que puedas admirar la corteza de un árbol, la risa de un niño o un cielo lleno de nubes... pero no tu propio cuerpo?
Tu cuerpo anhela ser visto.
Ser reconocido en su belleza cruda y única.
Tócate con ternura.
Baila.
Admírate desnuda en el espejo.
Respira profundamente en tu pelvis.
Deja que el brillo surja desde tu interior.
Tú eres Eros.
Con amor,
Selina
